Anna Pacheco: "El deporte sigue replicando dinámicas machistas"
Anna Pacheco (Barcelona, 1991) se ha convertido en una de las revelaciones literarias de la temporada con ‘Listas, guapas, limpias’ (Caballo de Troya, 2019). Una primera novela que invita a reflexionar sobre el paso del tiempo, la relación entre padres e hijos y el papel de la mujer a través de varias generaciones.
¿Qué papel crees que juega el deporte en la construcción del género?
Creo que es algo que está muy presente desde muy pequeños. A los niños se les regala una pelota y a las niñas una muñeca, para empezar. Hay dinámicas que ya se ven en el patio del recreo. De hecho, hice un artículo sobre cómo la disposición del espacio ya tiene una connotación machista en los patios.
¿A qué te refieres?
Yo crecí en un patio que era la hostia, era enorme, pero las pistas centrales estaban ocupadas por chicos. Las chicas estábamos ubicadas debajo de los arcos, normalmente haciendo deportes que implicaban menos movimiento como la comba.
Como una división física del espacio...
Sí. Había esa disposición. Los niños en las pistas y las niñas en los porches. Y es muy interesante, porque tiene que ver con la ocupación de las mujeres en espacios futuros. Que las niñas estén acostumbradas a establecerse de forma medio orgánica en los márgenes es evidente que es sintomático de algo más.
¿No crees que ahora se está involucrando más a las chicas en los deportes?
Creo que sí que está cambiando un poco. Hay sitios donde se están limitando los días de fútbol en la pista. Primero para salir un poco de esta idea del futbolcentrismo, porque hay más deporte que el fútbol. Y después para que pasen otras cosas en ese espacio.
¿Crees que sigue estando muy presente el machismo en el deporte?
Creo que se siguen replicando dinámicas machistas en algunos deportes. Resulta evidente cuando ves que siguen sin haber jugadores abiertamente homosexuales en el fútbol. Todo eso son síntomas de que sigue todo atrevesado por una cuestión de género. O cuando en los medios se habla de los deportes femeninos como la anécdota graciosa o exótica del día. Ese desequilibrio creo que sigue presente aunque se esté avanzando.
"La idea de que solo los catetos miran el fútbol es muy clasista"
En tu libro ‘Listas, guapas, limpias’ se habla mucho de la incomunicación entre padres e hijos, ¿no crees que el fútbol puede jugar un papel positivo?
Sí. Es verdad que hay esa especie de liturgia de ir al campo juntos. De ser del mismo equipo en edades donde seguramente tratamos de ser lo contrario que nuestros padres. El fútbol puede generar ese espacio de compartir muchas cosas. De ser muy comunitario, que eso sí que es una parte que me gusta mucho. Cuando veo en la calles alguna placa que pone ‘prohibido jugar a la pelota’ me da mucha pena, porque creo que los espacios públicos están para jugar. Y esta idea de comunidad, de gente que se reúne para ver un partido... esa parte tan social es muy disfrutable.
Incluso para gente que no le gusta el fútbol...
Totalmente. Esa parte sí que la he vivido. Yo muchas veces iba al bar de debajo de mi casa con mis amigos. Llegaba a la segunda parte del partido y me ponía al lado de alguien al que tampoco le interesaba mucho. Hablábamos, pero a la vez lo vivíamos a nuestra manera. Yo siempre que he podido sumarme al bar lo he hecho, aunque haya aprendido bochornosamente tarde lo que es un fuera de juego o un penalti [sonríe].
Si eres aficionado de un equipo una victoria o una derrota puede cambiarte el día, ¿no sientes que te estás perdiendo algo?
Supongo que no sé qué se siente [risas]. Pero me imagino que es equiparable a que estrenen tu peli favorita o a que salga ese disco que llevas una semana esperando.
En tu libro está muy presente la idea de la consciencia de clase; ¿el mundo de la cultura ha sido clasisita con el fútbol?
A mí eso de que el fútbol lo miran los catetos me parece un comentario clasista. Esto aparece en el libro cuando la protagonista habla con su novio del instituto y le viene a decir que sus aficiones ya no le parecen interesantes. La protagonista es una elitista, o sea, una idiota. La idea de que hay deportes, aficiones o gustos más elevados que otros es penosa. Lo peor es cuando nos intentamos apartar o distinguir dentro de nuestra propia clase. Y no hace falta pensar en la novela para darse cuenta de eso: las extraescolares de los niños ya son un marcador de clase. Yo hasta que no fui a la universidad no fui consciente de que realmente había gente de mi edad que esquiaba todos los fines de semana. Solo pensé: ¿dónde ha estado esta gente todo este tiempo?.
¿Cómo ha sido tu experiencia personal con el deporte?
Hice mucha gimnasia rítmica. A nivel de competición. Y no sé si fue esa actividad deportiva la que moldeó mi carácter o al revés: si mi carácter ya era así y por eso me gustaba tanto. Recientemente leí el libro ‘Lectura fácil’ de Cristina Morales, que habla justamente de la danza como una forma de disciplinamiento de los cuerpos y las ideas. Yo era como completamente obsesiva y metódica. Repetía los ejercicios y los deberes cuando me salían mal una letra. Había como una especie de símil entre esa cosa perfeccionista de repetir incansablemente ejercicios del colegio como si fueran ejercicios de gimnasia.
Ahora a todo el mundo parece que le ha dado por correr; ¿qué te parece la moda ‘runner’?
A mi el deporte me parece una cosa saludable pero no soporto a la gente que hace apología. Por eso no puede con los runners, que me parecen una categoría en sí mismo de deportistas. A mí esa exhibición permante de estoy corriendo o estoy en el gimansio me parece agotadora.
¿No lo practicas?
Mi relación con el deporte va como a impulsos y arrepentimientos. Cuando pienso que llevo mucho tiempo sin hacer deporte, pienso que me voy a morir y me apunto al gimansio [sonríe].
Los gimnasios se han integrado en la vida diaria de mucha gente; ¿son el nuevo gran espacio de evasión?
Antes, meterte en el gimnasio significaba entrar en una especie de búnker urbano como cuando vas al cine y no miras el teléfono. Pero ahora vamos al gimnasio y seguimos estando con el móvil. Ahora mismo el cine es el único lugar en el que realmente dejamos de estar conectados.
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