Sin dinero y sin hijos: los porqués de la generación del vientre vacío

Entrevista

Noemí López Trujillo analiza el escenario de incertidumbre al que se enfrentan algunas mujeres que se plantean la maternidad

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Noemí López Trujillo acaba de publicar 'El vientre vacío' (Capitán Swing)

Javier Nadales

Son mujeres crisálida. Quieren ser madres, pero permanecen en un estado de latencia a la espera de abrir sus alas de mariposa en un futuro. Y esperan. Esperan un escenario con garantías, con una vivienda digna, con un trabajo que no sólo les permita sobrevivir, sino vivir y traer vida. Esperan una estabilidad que podría no llegar nunca. Son las hijas de la crisis. Algunas aceptan una maternidad diferente a la que imaginaron. Otras se ven abocadas a una realidad compartida cada vez por más mujeres: ‘El vientre vacío’.

Bajo este título, la reportera Noemí López Trujillo analiza en un libro -editado por Capitán Swing- el escenario de una generación precaria y sin hijos en busca de un estado del bienestar que pareció esfumarse con la crisis de 2008. Lo escribió ante “la necesidad de un relato colectivo sobre esa baja fecundidad escrito por nosotras, sin culpabilizarnos ni hablar de esa imposibilidad de tener hijos como si fuera algo puramente individual”.

-Tienes 31 años. Hay quienes pensarán que aún tienes tiempo para ser madre…

-Me lo dicen constantemente. Pero esta idea de que tenemos todo el tiempo del mundo no es cierta. No sólo para tener hijos, sino para hacer nuestros planes. Vivimos en esta ficción de la juventud que parece eterna, pero nuestros cuerpos no son jóvenes eternamente y nuestras demandas no tienen por qué serlo.

-Hay mujeres que se dan cuenta de que ya no pueden ser madres cuando la sociedad apunta que es el momento para serlo. ¿Cómo se combate esta convención social que va en contra del reloj biológico?

-Es complicado. Ese relato del reloj biológico sólo existe sobre nosotras, cuando se sabe que los hombres también sufren el paso del tiempo. Pero sí, el tiempo siempre interpela a las mujeres, aunque no creo que haya una edad ideal para tener hijos. No hay ningún problema por ser madre “tardía” como dicen, igual que no debería de haber ningún problema en serlo a los 24. Independientemente de lo que hagas siempre vas a ser cuestionada. A los 20 porque eres muy joven, a los 30 porque no lo has hecho aún, a los 40 porque “cómo se te ocurre”.

Siempre vas a ser cuestionada. A los 20 porque 'eres muy joven', a los 30 porque 'no lo has hecho aún', a los 40 porque 'cómo se te ocurre'”

-¿Por qué quieres ser madre?

-Nunca me he cuestionado el no querer serlo. Para mí ha sido como algo natural. He articulado un discurso feminista en base al cual sé que hay cuestiones culturales que seguramente me han empujado a ese deseo. No es algo mágico ni introspectivo. Simplemente existe, está ahí. Aunque en el libro no indagué en por qué existía ese deseo, sino en por qué no lo había llevado a cabo aún si yo lo he tenido tan claro.

-¿Y por qué no lo has llevado a cabo?

-Por una cuestión laboral y económica. He tenido contratos temporales, cuando lo tuve indefinido me despidieron. A menudo el salario que cobraba me daba para mantenerme sólo a mí. Compartía piso hasta hace poco y, ahora que vivo sola, mi piso es muy pequeño. Es una cuestión de responsabilidad, de no llevar a cabo una maternidad imprevista, de querer tener una serie de seguridades y garantías. ¿Si no las tengo yo, cómo se las voy a dar a un hijo?

-Entonces, ¿hay una generación de vientres vacíos por culpa de la crisis?

-Es una de las consecuencias. Es un vacío estructural, no solo biológico. No podemos llevar a cabo planes vitales y la maternidad es sólo un ejemplo. Lo dicen los números. Dicen que viene una segunda crisis pero, ¿cuándo hemos salido de la primera? Al final acabaremos reestructurando nuestras expectativas a lo que el Estado nos ofrece, y si no queremos llevar a cabo una maternidad fallida pues, simplemente, no seremos madres. No quiero abocar a mi hijo a la precariedad. Antes de arrepentirme de ser madre o de que mi hijo se arrepienta de ser hijo prefiero pasar un duelo ficticio y no serlo.

-Mileurista, sin ahorros, sin estabilidad laboral, viviendo de alquiler… ¿Vivimos para trabajar?

-Sí. Al final ni siquiera vives, sobrevives. El trabajo está en el centro y tú adaptas todas tus expectativas, tus decisiones. Debería ser un medio y no el fin.

Es cuestión de no llevar a cabo una maternidad imprevista. ¿Si yo no tengo garantías, cómo se las voy a dar a un hijo?”

-¿Y si la estabilidad laboral nunca llega?

-¡Uf! Es muy complicado. El panorama es desesperanzador. Las respuestas las deberían tener los políticos. No tengo la solución mágica. Los países de Europa donde la tasa de fecundidad es alta cuentan con garantías, medidas de conciliación, un mercado laboral menos precario… La primera vía y la más obvia es reclamarlo.

-¿Ayudaría un cheque bebé?

-Sí, si tuviéramos una serie de garantías. Que me den 3.000 euros con el nacimiento de mi hijo no va a solucionar toda la estructura que está fallando. No quiero criticar por criticar, pero primero hay que solucionar una serie de cuestiones y luego implementar políticas sociales para facilitar la vida de personas que estén en posiciones de desventaja. Y hacerlo según la renta para plantearlo como una ayuda cualitativa y no cuantitativa.

-Formarse académicamente y tener una carrera profesional también retrasa la maternidad. ¿Somos menos madres por ello?

-No soy demógrafa, pero un estudio de Teresa Martín apunta que ya no son las mujeres que estudian para trabajos cualificados y apuestan por sus carreras las que retrasan la maternidad, sino que también ocurre en mujeres con trabajos no cualificados y de clases más bajas. La precariedad nos afecta a todas.

-Hay quienes defienden que nuestras madres y abuelas tenían hijos y salían adelante.

-No acabo de entender la comparativa intergeneracional. Como planteamiento, a qué nos está abocando, ¿a que vivamos como nuestras madres y nuestras abuelas? Cuando decimos que han salido adelante habría que preguntarse en qué condiciones. La maternidad debe ser una elección y las condiciones en las que la llevamos a cabo también. Lo que exigimos seguramente sea diferente a lo que nuestras madres y abuelas podían exigir. Esa es la idea del progreso y no debemos renunciar a ella.

Me da miedo que este retraso en la maternidad suponga no conocer a mis nietos”

-¿Crees que nos han infundado una idea de maternidad que ya no encaja con el estado de bienestar al que aspiramos?

-Totalmente. Incluso habría que reformular la idea del bienestar: cómo se distribuye, a quién beneficia, a quién protege. Todo ha cambiado y las fórmulas de siempre ya no nos sirven. No queremos lo mismo que otras generaciones si este estado del bienestar ya no funciona. Estamos intentando extrapolar paradigmas anteriores a nuevos estilos de vida. Hay una disonancia.

-¿Es la tuya una “generación blandita” como se dice?

-Yo soy muy blandita. Pero no me gusta asumir que, como desde fuera nos ven así, tenemos que serlo. ¿Qué quieren decir cuando somos blanditos, que queremos una serie de garantías?, ¿que no hemos tenido que vivir con un conflicto bélico presente?, ¿que nuestras expectativas han cambiado? Somos artífices de la queja colectiva, de Juventud Sin Futuro, del 15-M. Hacemos frente a la adversidad a diario porque el sistema es adverso a las vidas. Para nada somos una generación blandita, pero tenemos todo el derecho del mundo a sentirnos débiles y a ser vulnerables. Es lo que nos hace humanos.

-La maternidad “tardía” podría hacer que muchas madres –y padres- no conozcan a sus nietos. ¿Nos quedaremos sin abuelos?

-No lo sé. Me da miedo que este retraso suponga que yo no pueda conocer a mis nietos, o que incluso mis padres no puedan disfrutar de los suyos. Cuando lo piensas puede resultar doloroso y las brechas entre generaciones pueden llegar a ser tan grandes que casi los padres sean abuelos, por edad.

-¿Qué tendría que cambiar para que pudieras ser madre?

-Poder acceder a un alquiler donde no tener que dejarme el 50% de mi salario en un piso que no fuera de 35 metros cuadrados, tener una serie de garantías laborales donde no pensase que en cualquier momento me pueden echar -esto no es culpa en concreto en la empresa en la que estoy ahora, que es súper garantista, pero es la herencia de mi experiencia laboral-… no tengo claro si voy a estar esperando eternamente a que las cosas cambien. Y más después de haber escuchado que se nos viene otra crisis. Al final o sobrevives y reestructuras tus expectativas, o desechas el deseo y te lo comes.

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