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Historias de la Corona

El último Rey que murió en España

Tras la muerte de Alfonso XII, los españoles estuvieron cinco meses sin Rey: su hija Mercedes debió haberse convertido en Reina de forma automática, pero María Cristina anunció que estaba embarazada y todo quedó a la espera, por si nacía un varón

Alfonso XII yace sobre su cama, en el Palacio de El Pardo, rodeado por la Reina María Cristina y sus dos hijas, la Princesa de Asturias y la Infanta María Teresa, obra de Benlliure y Gil Museo del Prado
Almudena Martínez-Fornés

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A las 8.45 horas del 25 de noviembre de 1885, hace 135 años, murió Alfonso XII, el último Rey que falleció en España. Le faltaban tres días para cumplir 28 años y tenía dos hijas pequeñas y otro en camino. A sus pies se encontraba su perra de caza favorita, Fea, que no se apartó del lecho de su amo en toda la agonía. Enfermo de tuberculosis, los médicos le habían recomendado que se instalara en el Palacio de El Pardo, cuyo aire era más puro que el de Madrid, y la Reina María Cristina, profundamente enamorada, se desplazaba todos los días a visitarle hasta que la víspera de la muerte se instaló junto a él.

Cuando el Rey expiró, su hija María de las Mercedes, Princesa de Asturias, que tenía cinco años, debía haberse convertido en Reina de España de forma automática. La Constitución de 1876 establecía que muerto el Rey se proclamaría Rey a su sucesor, por lo que María de las Mercedes estaba en la plenitud de sus derechos para que se la proclamase Reina. Sin embargo, María Cristina comunicó al Gobierno que estaba embarazada, y se decidió esperar al alumbramiento por si nacía un varón.

Se revisaron las normas de todos los tiempos, pero no había ninguna ley ni texto jurídico ni precedente que estableciera lo que había que hacer en una situación similar y, finalmente, los dos grandes partidos políticos, el conservador y el liberal, que se alternaban en el poder desde hacía diez años, acordaron dejar el trono vacante y esperar a que María Cristina diera a luz.

Durante los cinco meses de espera y por primera vez en la historia, la Reina ejerció la Regencia sin Rey . Todo un dislate jurídico y legislativo. En un acto solemne en las Cortes, María Cristina juró como regente su fidelidad «al Heredero de la Corona constituido en la menor edad». Curiosamente, se consideraba menor de edad al niño todavía no había nacido , pero la fórmula abarcaba las dos posibilidades: que viniera al mundo un varón o una niña.

Paradójicamente, España aceptaba a una mujer como Reina regente durante el tiempo que fuera necesario para que su hijo viniera al mundo y alcanzara la mayoría de edad, pero se resistía a aceptar una Reina titular.

El 17 de mayo de 1886, Madrid era un hervidero. Todos esperaban con impaciencia el alumbramiento del hijo póstumo de Alfonso XII. La Reina se puso de parto y era su última oportunidad de traer al mundo al deseado Heredero de la Corona. Cuando pasadas las doce y media del mediodía los veintiún cañonazos anunciaron que era un niño, la alegría desbordó las calles y España asistió al hecho insólito del nacimiento de un Rey.

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